Mi colega y amiga Angela
Frawley puso en mi conocimiento la existencia de este libro, El imperio del dolor de Patrick Radden Keefe, después
de que hubiera leído y disfrutado Say
Nothing, del mismo autor, publicado en castellano y catalán con los
títulos respectivos No digas nada y No diguis res (respectivamente también, editado
por Reservoir Books y traducido por Ariel Font Prades, editado por Periscopi y traducido
por Ricard Gil (https://periscopi.cat/llibre/antipoda/no-diguis-res).
El
imperio del dolor* es un relato retrato demoledor de una dinastía cuya fortuna se construyó gracias a OxyContin,
un potente analgésico derivado de la morfina que catalizó la crisis de los
opioides en Estados Unidos.
Primero me fui a buscar
información y leí el artículo del autor en The
New Yorker: https://www.newyorker.com/magazine/2017/10/30/the-family-that-built-an-empire-of-pain.
Gran investigación sobre la saga Sackler y Purdue Pharma, las tácticas
agresivas de márqueting y ventas, dudosas prácticas corporativas, la avaricia
en su lado más perverso: vidas destrozadas por la adicción a los opioides.
Hablé de mi interés en el
libro y compartí el artículo en mi página de traductora de Facebook y otro
colega, Andreas Theodorou, me recomendó el documental de HBO The crime of the Century. Lo vi recientemente. No sé cómo pude
dormir esa noche. Realmente demoledor. El documental va más allá de los Sackler
con los últimos años de la epidemia y la aparición de otras empresas
farmacéuticas (y los distribuidores, que pasan desapercibidos en los titulares,
la administración, incluso la FDA…) que utilizaron prácticas igualmente
despreciables, si no más. Citaré a Rosa Martí en esta reseña: https://www.esquire.com/es/actualidad/tv/a36374708/el-crimen-del-siglo-documental-hbo/,
que os lo puede explicar mejor que yo:
«Es un documental duro, sin medias tintas, de imágenes impactantes y testimonios desgarradores, un bofetón de realidad e indignación que te remueve las entrañas. Los asesinos no llevan armas, sino batas blancas y trajes bien cortados. Doctores, visitadores médicos, funcionarios corruptos y empresarios sin escrúpulos que administran la muerte con sus rúbricas mientras miran hacia otro lado.»
A mí el testimonio de
Alec Burlakoff, uno de los principales jefes de los visitadores médicos (que en
este caso me parece un eufemismo indecente) me hace hervir la sangre. Pero es
solo una pepita dentro del melón. Solo decir que estas empresas crearon
comprimidos de oxicodona o de fentanilo que tenían un potencia muchísimas veces
superior (de 50 a 200, según he leído/oído) a la heroína.
Entonces me fui corriendo
(yo siempre corro, aunque luego nunca me cunda) a ver cómo estaba el tema en España.
Parece ser que el estricto control de las recetas en el Sistema Nacional de
Salud hace que la epidemia de Estados Unidos sea improbable aquí. Otro muy buen
motivo para tener un sistema sanitario regulado por el gobierno.
Recordé cuando tomaba tramadol
por la hernia discal y recordé que una enfermera que conocí por casualidad me
dijo que si no tenía alucinaciones es que tenía dolor de verdad. ¿Me lo dices o
me lo cuentas? Aquello no era un dolor cualquiera. Fue incluso la única vez que
mi doctora de cabecera me recetó diazepam (el famoso Valium) para dormir,
porque necesitaba, al menos, descansar por la noche.
Fue gracias a este
sistema y a unos empujocillos en forma de queja formal que le tuve que dar, que
me operaron y no me convertí en adicta. Que bastante tengo con la comida.
*Reservoir Books, aún por
publicar, supongo que entonces sabremos el nombre del traductor.